Un día, un grupo de estudiantes a quienes les gusta coleccionar cromos se cansaron de tanta burla. Como Bart Simpson cuando detuvo a Nelson, se unieron, dieron cacería, y cuando tuvieron a Carlitos a su mercerd, le golpearon salvajemente hasta dejarlo inconsciente. Ese fue el principio del fin... para los niños que agredieron a carlitos.
Todos condenaron el brutal ataque. Los amigos de carlitos y sobre todo, los amigos bullys de Carlitos, se unieron para organizar una gran campaña contra los agresores. Contra los pequeños salvajes que no aguantaron una broma, contra los nehardentales imberbes que no pudieron actuar civilizadamente. Inmediatamente, las autoridades fueron a buscarlos a sus casas, los expulsaron y empezaron a atacar sistemáticamente a quienquiera que no se compadeciera del derecho de Carlitos a hacerle bullying a sus compañeros.
Algunos de los que sufrieron los insultos y humillaciones de Carlitos también condenaron la violencia, pero los bullys aprovecharon para hacer lo que mejor sabían: humillar y destruir a los demás con sus palabras. Los acusaron de tener doble moral como si condenar un acto violento fuera sinónimo de defender el derecho de Carlitos a hacer Bullying. Atacaron incluso al profesor que tantas veces evitó que Carlitos menoscabara la dignidad de las niñas, de los niños becados, de los niños cuyos padres no tenían un buen trabajo. Argumentando que Carlitos ejercía la libertad de expresión, los bullys utilizaron ese derecho que los gringos han posicionado como "intocable" como una excusa para atacar públicamente a quienquiera que no defendiera a todos los bullys. Algunos recurrieron a insultos, ataques, e incluso al odio contra las minorías para lograr su propósito.
"Carlitos Volverá", "Todos Somos Carlitos", "Los Bullys Unidos Jamás Serán Vencidos" son algunas de las consignas con las que amenazaron con continuar con el bullying, con la humillación, con el discurso de odio, con las burlas que afectaban a todos, no solo a la víctima a la hora del receso. Nadie se burlará de Carlitos. Él saldrá del hospital y se tomará fotos, hablará en medios y dictará conferencias sobre el derecho a hacer bullying y lanzar odio impunemente. Será un héroe para quienes solo se enteraron de la agresión que recibió y no de lo que hizo para que un grupo de violentos reaccionara de una forma tan condenable.
Mientras tanto, otros grupos de extremistas, que piensan como niños agresores, siguen dando condenables e inmerecidas palizas a otros, porque la agresión, el asesinato, no deben ser la respuesta. No a bullys, sino a los que jamás fueron ni serán defendidos por la gavilla de hipócritas que justifican el bullying como un ejercicio de libertad de expresión que debe quedar impune, pero que miran a otro lado cuando ese abuso de la libertad de expresión menoscaba la integridad de gente que no tiene un medio de comunicación para proyectar sus bajezas, o cuando los violentos a quienes tanto condenan atacan sin misericordia a gente que no usa la bandera de la libertad de expresión para justificar sus discursos de odio.
Rafael Méndez Meneses