miércoles, enero 18, 2017

Telarañas


En casa había una bodega con cachivaches. Bicicletas, un yunque, serruchosy palas viejas. Frascos con clavos y tornillos oxidados. Nidos de gallinas, guaridas de ratones y pieles de culebras que habían ido a mudar. En el techo, alambres, telarañas y avisperos. Los avisperos los quemaban, pero las telarañas se salvaban. Algunas conservaban patas y alas de insectos, como si fueran recordatorios. Otras colgaban luego de ser arrancadas por alguien que había sacado una podadora o una sierra para metal. Eso sí, nunca las quitaban a propósito. Había una especie de respeto a la función de las arañas. Nunca pensé que les tuvieran miedo.


martes, enero 10, 2017

Why I kill ‘em: el verdadero origen del nombre de Guayaquil

Antes de que Inglaterra enviara piratas a arrasar Guayaquil, sangrientos corsarios llegaban al golfo a esconderse mientras se aprovisionaban de agua, frutas y caza menor.


Entre 1535 y 1539, instauraron el “Why I kill ‘em”, una especie de bautizo en la que niños piratas, de entre doce y catorce años, iban a acechar solo con una daga a los huancavilcas, chonos o a los temibles punaes que encontraban en las riberas del río. Mientras los seguían, gritaban a viva voz las razones por las que querían matarlos.

La mayoría de los niños moría. El “bautizo” servía realmente para que los piratas pudieran apostar sobre su supervivencia. Eso sí, los que sobrevivían eran recibidos con todos los honores y tras una gran borrachera, eran ascendidos en sus funciones.

Debido a eso, la zona del golfo era conocida por piratas y comerciantes por su nombre subterráneo de “Why I kill ‘em”. Aquella noche de 1544, en que decidieron nombrar Santiago a la ciudad, todos los presentes repitieron Santiago del “Why I kill ‘em” y después de un breve debate, decidieron castellanizarlo a “Guayaquil”.

Si algún viajero preguntaba por el origen del nombre de la ciudad, los lugareños explicaban que era por aquella costumbre del siglo anterior. Recién en 1616, el corregidor Toribio de Castro (hijo de Toribio de Castro y Grijuela) empezó a decir que la ciudad tenía ese nombre debido a que los huancavilcas denominaban “Huayllakile” a ese sector. Lo que no dijo don Toribio fue que los huancavilcas lo habían nombrado así para evitar que sus mujeres y niños se acercaran y el grito “Why I kill ‘em” resonó durante décadas en la memoria de ese pueblo. Aún resuena.

Mala fama

Volteé para volver a ver las olas romper contra el arrecife al que casi me lleva un mal
viento. Allí estaban: desnudas, hermosas. Oteando el horizonte. Dudando aún entre cantar o volver a su escondite.

¿Será que Circe les advirtió sobre mí después de echarme de su casa por holgazán?

Autorretrato

Soy ojón, tengo un par de lunares en la cara y cuido muy poco mi apariencia física. A veces tengo panza. Cuando me pongo nervioso, mis labios forman un pico que me delata a kilómetros. Soy pésimo para recordar rostros. No me gustan las multitudes ni estar con gente desconocida. No es pedantería, soy huraño nomás. Soy más gracioso de lo que parezco y mucho menos entretenido de lo que piensan quienes solo me han leído.

Soy agnóstico apático. Escribo porque no puedo evitarlo. La poesía me persigue, pero usualmente, yo soy más rápido. No me interesan la fama, la trascendencia ni el dinero, a no ser que los obtenga sin ningún esfuerzo.

Si algo no me interesa a primera vista, difícilmente me interesará después. A veces me embalo con algún tema hasta llegar al punto del frikismo. Luego me aburro y vuelvo a empezar desde cero con otra cosa.

Hay quienes piensan que tengo suerte con las mujeres y sí, la tengo. Y sí, esa suerte, es inmerecida. He amado y más de la cuenta, pero mi amor eterno dura poco. Soy cinta negra en relaciones complicadas.