Antes de que Inglaterra enviara piratas a arrasar Guayaquil, sangrientos corsarios llegaban al golfo a esconderse mientras se aprovisionaban de agua, frutas y caza menor.
Entre 1535 y 1539, instauraron el “Why I kill ‘em”, una especie de bautizo en la que niños piratas, de entre doce y catorce años, iban a acechar solo con una daga a los huancavilcas, chonos o a los temibles punaes que encontraban en las riberas del río. Mientras los seguían, gritaban a viva voz las razones por las que querían matarlos.
La mayoría de los niños moría. El “bautizo” servía realmente para que los piratas pudieran apostar sobre su supervivencia. Eso sí, los que sobrevivían eran recibidos con todos los honores y tras una gran borrachera, eran ascendidos en sus funciones.
Debido a eso, la zona del golfo era conocida por piratas y comerciantes por su nombre subterráneo de “Why I kill ‘em”. Aquella noche de 1544, en que decidieron nombrar Santiago a la ciudad, todos los presentes repitieron Santiago del “Why I kill ‘em” y después de un breve debate, decidieron castellanizarlo a “Guayaquil”.
Si algún viajero preguntaba por el origen del nombre de la ciudad, los lugareños explicaban que era por aquella costumbre del siglo anterior. Recién en 1616, el corregidor Toribio de Castro (hijo de Toribio de Castro y Grijuela) empezó a decir que la ciudad tenía ese nombre debido a que los huancavilcas denominaban “Huayllakile” a ese sector. Lo que no dijo don Toribio fue que los huancavilcas lo habían nombrado así para evitar que sus mujeres y niños se acercaran y el grito “Why I kill ‘em” resonó durante décadas en la memoria de ese pueblo. Aún resuena.
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