LA VOZ DE RAFAEL
Antipoético. Irreverente. Lanza sus dardos con humor y verdad, sin la liturgia del metalenguaje. Sin recurrir a los dioses griegos ni a paganismos sin sustento que los recoja. Sin epígrafes de “genios”, sin “Poética del Silencio”, sin aspavientos, sin esas parafernalias de los poetas jóvenes de nuestro tiempo y país, que más son lo que dicen ser, que lo que se dejan leer.
Rafael nos enfrenta al espejo de su verdad con estos recursos tan preciados que ahora presta “el lugar común”; usado ya, y con magnífica solvencia, por el maestro Nicanor Parra o por nuestros grandes poetas Euler Granda y Sonia Manzano. Sosteniéndose en esa forma que de tanto haber huido el común de los poetas se ha vuelto un recurso tan nuevo.
Rafael, el crítico. Poeta social. Poeta de nuevos afectos. De verdadera autenticidad. No se deja ver en su discurso esa “divinidad” del “exquisito”, sino que por las arterias de sus versos, fluye ese discurso vital, ese ritmo legible.
Este poeta sabe “que la vida va en serio” y que la poesía puede ser el instrumento más loable para alcanzar, sin ningún lenguaje ríspido, el poema.
Sabe también que la poesía es un misterio y que ella es o no es. Y que no hay ningún tipo de herramienta para llegar a ella. Y que tampoco hace falta talleres o discusiones semióticas. Que solo hace falta el talento que es el verdadero misterio.
Ahora sí estoy convencido de que la poesía es la que escoge al poeta, y no hay viceversa.
Versos que salen de la brevedad, de la cotidianidad, de la misma médula que fabrica la vida. Y que se dejan leer como un suspiro, y que luego, al finalizar la lectura, nace el verdadero poema, que es el que se queda en el lector.
Mucha poesía, en esta época, está destinada a no ser leída. A ser mármol del lenguaje. A ser poseída por la “inmensa minoría” de la que tanto habló Juan Ramón, tratando de justificar sus pocos lectores. Aunque Jiménez sabía, como bien dijo Celaya, que “la poesía es un arma cargada de futuro”, siempre dejó notar que era una cosa de elegidos. No solamente los poetas eran los “semidioses”, si no también sus lectores, lo cual suena peor.
Pero en este libro hay poesía para leerla en “inmensas mayorías”, y entonces allí se verificará el adagio aquel de que las reglas no sirven cuando la regla mayor nos dice que siempre las excepciones serán oportunas.
Me gusta esta poesía por su ironía: lo que dice, lo dice siempre con un doble filo. Con un cuchillo abierto a la risa y a la sangre.
Aunque algunos versos puedan parecernos una suerte de graffiti de papel, en ellos está aquel discurso verdadero que posee la poesía y que no debe estar escrito: ese ritmo que conmueve, esa posibilidad que no cuenta sino que expresa. Y ese movimiento que se mezcla con las enormes posibilidades que la poesía tiene para ser poetizada en su lector.
Bienvenidos a la poesía de Rafael. Bloggero, pendenciero y poeta. Creo que también tiene de músico y de loco, pero no importa. Sus poemas dicen. Están en la epidermis del lenguaje para que todos los podamos disfrutar.
Y además, y esto me parece lo más importante, Rafael ha hecho de su discurso una voz. Muchos poetas de mi generación se repiten entre ellos. Suenan igual, parecen los mismos.
Me gusta que la voz se diferencie. Sea distinta. Y esto lo tiene el autor de este libro. Además de un toque irrisorio de locura, y una vida que no es postiza.
Ni más ni menos
Xavier Oquendo Troncoso
Quito, 3 de Julio del 2008
Aclaración:
cuando habla de Rafael, se refiere al autor de este blog
Antipoético. Irreverente. Lanza sus dardos con humor y verdad, sin la liturgia del metalenguaje. Sin recurrir a los dioses griegos ni a paganismos sin sustento que los recoja. Sin epígrafes de “genios”, sin “Poética del Silencio”, sin aspavientos, sin esas parafernalias de los poetas jóvenes de nuestro tiempo y país, que más son lo que dicen ser, que lo que se dejan leer.
Rafael nos enfrenta al espejo de su verdad con estos recursos tan preciados que ahora presta “el lugar común”; usado ya, y con magnífica solvencia, por el maestro Nicanor Parra o por nuestros grandes poetas Euler Granda y Sonia Manzano. Sosteniéndose en esa forma que de tanto haber huido el común de los poetas se ha vuelto un recurso tan nuevo.
Rafael, el crítico. Poeta social. Poeta de nuevos afectos. De verdadera autenticidad. No se deja ver en su discurso esa “divinidad” del “exquisito”, sino que por las arterias de sus versos, fluye ese discurso vital, ese ritmo legible.
Este poeta sabe “que la vida va en serio” y que la poesía puede ser el instrumento más loable para alcanzar, sin ningún lenguaje ríspido, el poema.
Sabe también que la poesía es un misterio y que ella es o no es. Y que no hay ningún tipo de herramienta para llegar a ella. Y que tampoco hace falta talleres o discusiones semióticas. Que solo hace falta el talento que es el verdadero misterio.
Ahora sí estoy convencido de que la poesía es la que escoge al poeta, y no hay viceversa.
Versos que salen de la brevedad, de la cotidianidad, de la misma médula que fabrica la vida. Y que se dejan leer como un suspiro, y que luego, al finalizar la lectura, nace el verdadero poema, que es el que se queda en el lector.
Mucha poesía, en esta época, está destinada a no ser leída. A ser mármol del lenguaje. A ser poseída por la “inmensa minoría” de la que tanto habló Juan Ramón, tratando de justificar sus pocos lectores. Aunque Jiménez sabía, como bien dijo Celaya, que “la poesía es un arma cargada de futuro”, siempre dejó notar que era una cosa de elegidos. No solamente los poetas eran los “semidioses”, si no también sus lectores, lo cual suena peor.
Pero en este libro hay poesía para leerla en “inmensas mayorías”, y entonces allí se verificará el adagio aquel de que las reglas no sirven cuando la regla mayor nos dice que siempre las excepciones serán oportunas.
Me gusta esta poesía por su ironía: lo que dice, lo dice siempre con un doble filo. Con un cuchillo abierto a la risa y a la sangre.
Aunque algunos versos puedan parecernos una suerte de graffiti de papel, en ellos está aquel discurso verdadero que posee la poesía y que no debe estar escrito: ese ritmo que conmueve, esa posibilidad que no cuenta sino que expresa. Y ese movimiento que se mezcla con las enormes posibilidades que la poesía tiene para ser poetizada en su lector.
Bienvenidos a la poesía de Rafael. Bloggero, pendenciero y poeta. Creo que también tiene de músico y de loco, pero no importa. Sus poemas dicen. Están en la epidermis del lenguaje para que todos los podamos disfrutar.
Y además, y esto me parece lo más importante, Rafael ha hecho de su discurso una voz. Muchos poetas de mi generación se repiten entre ellos. Suenan igual, parecen los mismos.
Me gusta que la voz se diferencie. Sea distinta. Y esto lo tiene el autor de este libro. Además de un toque irrisorio de locura, y una vida que no es postiza.
Ni más ni menos
Xavier Oquendo Troncoso
Quito, 3 de Julio del 2008
Aclaración:
cuando habla de Rafael, se refiere al autor de este blog
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