viernes, agosto 26, 2016

Cierre con amor

Alonso conduce su taxi por el barrio. Lo abordan una vecina y su hijo, que perdió el expreso escolar. La señora es joven, casi no habla con el nene y se la pasa chateando mientras sonríe pícaramente. Se toma una selfi mostrando el escote, la envía y espera respuesta. El hijo trata de ver el celular, pero ella lo oculta disimuladamente y ríe a carcajadas al leer el mensaje que le llega. El niño está serio y mira al taxista por el retrovisor. Alonso piensa que los niños de hoy no son tan cojudos como era él a esa edad. Se dan cuenta de todo.

Llegan a la escuela. La señora paga, se baja y cierra de un portazo. El niño se queda mirando la puerta que dice “Cierre con amor”. Hace un gesto de desaprobación mientras mira a su mamá, pero ella no se percata. Ríe al ver su celular y camina delante de él hasta la puerta de la escuela. Alonso enciende un cigarrillo y la observa. -Está buena... seguramente el marido también anda con otra a esa hora… felices los cuatro- Se la imagina pidiéndole que la lleve a un motel e invitándolo a bajarse y pasar la mañana con ella. Piensa en su espalda descubierta, sus tetotas rozándolo mientras ella se ríe y las horas que podría él permanecer escuchando esa sonrisa.

Mientras Alonso divaga, vuelve escuchar un portazo. Voltea enojado hacia el asiento de atrás y ve a la vecina buena. –Vecino, no se asuste... Porfa, lléveme a la Vía a Daule, pero rapidito- dice, sin especificar el destino y con una sonrisa pícara al enfatizar la palabra “rapidito”. Alonso no puede creer en su suerte.

Usualmente, el taxista recorre el norte para ver si alcanza a los oficinistas que deben ir al centro a trabajar. Son horas bajas en que casi no pasa nada y no saca ni para la gasolina. Eso lo amarga, pero esta vez Alonso se siente como si manejara por un campo de flores. Conduce mientras sigue imaginando la cara del guardia del motel al verlo bajar del taxi con semejante mujerón. Casi puede saborear su piel salada por el sudor. Imagina los lunares que va a descubrir, sus gemidos, el olor de su pelo…

Llegan al motel. Avanzan hasta el estacionamiento del cuarto del fondo. La vecina se baja del taxi, cierra de un portazo, se asoma por la ventana delantera, le guiña el ojo al taxista, se lleva el dedo a la boca, pidiendo que no le vaya a contar a nadie y le deja el dinero en el asiento de adelante. Alonso se la queda mirando, señala con una mueca hacia la puerta y mientras arranca, le grita “Que cierres la puerta con amor, conchetumadre”.


Texto: Rafael Méndez Meneses
Foto: Ricardo Bohórquez

viernes, agosto 19, 2016

flâneur

El sol se filtra por la persiana del departamento y se refleja levemente en el celular. Acabo de despertar e inmediatamente me doy cuenta de que estoy retrasado. Es jueves, así que me alisto al apuro, desayuno algo y bajo corriendo. Al tratar de cruzar la calle, el semáforo me hace perder segundos valiosos que parecen minutos. Veo la luz verde y más allá, al fondo, otra vez el sol despuntando.

Subo las escaleras del malecón y me percato del movimiento habitual del personal de limpieza, los mismos rostros de gente que va a la universidad, de las sombras que me recuerdan que voy retrasado. A lo lejos diviso a la rubia que camina por acá siempre a la misma hora, aunque coincidimos poco debido a mis horarios. Me mira como esperando un gesto para sonreír. Veo su boca con la misma expectativa. Cruzamos de largo como siempre y ella voltea a verme, o eso espero que haga mientras sigo mi camino.

Más adelante veo a la señora que viene a trotar y dar de comer a los gatos. Los llama, pero no aparecen. Están dormidos, supongo. Ya quisiera tener la mañana libre. No para salir a caminar, sino para dormir un poco más. Pero hay que llegar a la universidad. La clase de economía es deprimente y me recuerda siempre que quienes hacen arte tienen mayores probabilidades de pasar penurias económicas.

En el río hay una canoa. Un tipo está revisando aparejos de pesca. No sé si son atarrayas para pescar o baldes para la captura de conchas en la playa. Probablemente realiza el mismo trabajo desde niño y está bien. Es su propio jefe, decide sus horarios y tiene menos gastos operativos que, digamos, el dueño de los dispensadores de balanceado que está del otro lado del malecón, cerca de la laguna de los patos, junto a un empleado. Mientras el dueño de la máquina dispensadora de balanceado saca las monedas con las que los turistas alimentan a los patos, del otro lado, el reflejo del sol en el agua pasa justo por la canoa.

Me detengo a tomar una foto para subirla a Instagram mientras recuerdo una canción de Pink Floyd. “The sun is the same in a relative way, but you’re older…”. Apuro el paso para recuperar los segundos que perdí tomando la foto mientras veo a un anciano caminar. Ya está jubilado, supongo. Camina para mantenerse en forma y porque no tiene nada mejor que hacer. Ha de estar acostumbrado a levantarse temprano y ahora debe buscar opciones.

Vuelvo a ver el río y desacelero el paso. Un ave, no sé si es una garza, trata de mantenerse en equilibrio en un madero. Posa sus patas y el madero empieza a girar. La escena es caricaturesca, pero otra vez me recuerda el equilibrio precario en que vivimos. La garza balanceándose en un madero mientras busca un pez desprevenido mientras yo voy a la clase para que el profesor me diga que hay que balancear las finanzas personales o vendrá la debacle económica.

He avanzado hasta la universidad sin percatarme de nada más por pensar en la vida del pintor, el poeta, el perfomer. Me pregunto si alguno de los que hacen limpieza no se dedicarán en su tiempo libre a escribir canciones hip hop o hacer arte urbano. Pero hay que sobrevivir y deben trabajar en lo que haya. Allí mismo están los jubilados, las rubias buenotas que deben matar el tiempo hasta que les toque ir a la universidad. Las amas de casa desesperadas que salen en grupo porque ya empiezan a sentir el peso de los años. Los trabajadores que salieron muy pronto de su casa y deben esperar a la hora de entrada a su trabajo. Los desempleados.

Llego a la universidad. Volteo por última vez para ver las rejas del malecón a mis espaldas. Ya habrá tiempo para ir solo a caminar en las mañanas. Hoy volví a llegar tarde.

lunes, agosto 08, 2016

Los perdedores ya quieren enlodar el proceso electoral

La tendencia a hacer escándalos y taparlos con otros escándalos sigue siendo el modus operandi opositor. Hay casos en que llegan al absurdo de desconocer derechos fundamentales como la presunción de inocencia y como malos perdedores, terminan culpando al árbitro cuando los procesos que inician no los favorecen.

Es el caso de la denuncia presentada por el Movimiento Unidad Popular contra los asambleístas Marcela Aguiñaga, Bairon Valle y Mónica Brito y contra la concejal Lídice Aldaz. Con la actitud bochinchera que los caracteriza, los ex MPD, partido político desaparecido debido a la falta de respaldo popular, formaron un nuevo movimiento político. A falta de propuestas programáticas, su estrategia para sobresalir parece limitarse a acusar a dirigentes del Movimiento Alianza PAIS de incumplir con el Código de la democracia.

Más allá del debate sobre si realmente hubo promoción de candidaturas en la convocatoria de PAIS, está el hecho de que los acusadores deben presentar pruebas de las acusaciones. El principio de presunción de inocencia no es un invento de la Constitución de Montecristi, es un derecho que se ha universalizado para evitar abusos y falsas acusaciones.


En este caso particular, los acusadores no deberían alegar ignorancia, ya que los requisitos para presentar denuncias están en el Art. 84 del reglamento de trámites contencioso electorales. Pero aún si desconocieran el reglamento, cualquier persona con sentido común sabe que no debe formalizar acusaciones sin evidencias, como lo hicieron los de Unidad Popular.

Ante el incumplimiento del reglamento, el Presidente del Tribunal Contencioso Electoral archivó la causa y notificó a los acusadores. Baca estaba impedido de continuarla debido a que la parte acusadora no presentó las pruebas en el plazo previsto. El artículo 84 del Reglamento de Trámites Contencioso Electorales del Tribunal establece claramente que hay que presentar las evidencias que sustenten la denuncia al momento de presentarla. El plazo de dos días es para cuando los acusadores, por incompetencia o ignorancia, no hayan presentado la documentación completa.

Ahora, por sentido común, es de suponer que los acusadores truchos sí leyeron el artículo 84, pero aún sí decidieron presentar la denuncia incompleta para luego poder quejarse de la institución.

La #OposiciónTrucha, esa que lanza el lodo a cada oportunidad, aprovechó la oportunidad para atacar al Presidente del TCE. Lo acusaron de haber sentenciado a favor de los acusados, cuando lo que hubo en realidad es un archivo de la causa.

Lo "acusaron" de ser pariente de un funcionario del Gobierno, como si el parentesco con un empleado público lo inhabilitara legalmente. Incluso lo tildaron de "correista" sin sustentar esa "acusación".

Diario Expreso publicó una nota tendenciosa y sin contrastar. Registraron la versión de Geovanni Atarihuana, según la cual “Querían que, entre sábado y domingo, ellos completen esos documentos y los vengan a dejar personalmente a Quito. Simplemente no alcanzaba el tiempo”.Si Diario Expreso hubiera hecho periodismo serio, contrastando esa versión con la que el presidente del TCE dio a varios medios de comunicación, habría tenido que explicar que en época electoral todos los días son días hábiles y que los tiempos se estipulan en el código de la democracia. O mejor aún, habría bastado sentido común para reconocer que si alguien va a presentar una denuncia, debe tener las evidencias que la sustenten (eso lo explicó diario El Comercio en su noticia sobre el tema) y no ponerse a buscarlas después de denunciar. Esa es la manipulación mediática evidente. Habrá que ver si es por incompetencia de los periodistas y Editores de El Expreso o si es por mala fe.

Algunos odiadores del Gobierno iniciaron una cruzada para bullying en redes sociales sin más argumentos que el odio. El politiquero @DonBurroReal publicó "Ahí está!!! El poder, sobre todas las cosas!!! Que opinan ?" junto a una foto en la que acusó a Marcela Aguiñaga de usar fondos públicos para hacer proselitismo. No presentó evidencias ni contextualizó. Su tuit puede ser interpretado como un llamado al odio.


Opositores como DonBurro creen estar por encima de la ley y que los casos deben juzgarse como ellos quieren, sin importar que los acusadores a quienes auspician no hayan completado la denuncia conforme a la ley. En su tuit, DonBurro no demuestra que hubo uso de fondos públicos para hacer proselitismo, por lo tanto, lo que dice se perfila como injuria o cuanto menos, difamación. La ignorancia es atrevida.

Los de la #OposiciónTrucha saben que van a perder las elecciones. No sorprende el afán de desprestigiar a las entidades electorales para generar caos y confusión y justificar su fracaso y ausencia de propuestas.