viernes, octubre 28, 2011

Muerto por las Tres marías

Publicado en revista Soho #105
Por Rafael Méndez Meneses

Robinson y Alexander miran por la ventana las casas del cerro Las Cabras. Unas palomas llegan a buscar alimento en la calle. Están en la zona comercial de Durán, y en los alrededores, hay gente bebiendo en la acera. Uno de los borrachitos pasa tambaleándose por media calle y espanta a las palomas. Al rato pasa otro sin camisa y se pierde entre la poca gente que aún transita por allí. Los niños se bajan de la silla y se ponen a jugar con un paquete de pañales, sin saber lo difícil que será para la mamá conseguir más.

Jéssica Villalá Domínguez prepara la sala para la Novena en memoria de su esposo. Estuvo unida con Miguel durante cinco años y pide que se haga justicia. “No quiero dinero ni dialogar. Espero que las autoridades hagan lo que tienen que hacer. Mi hijo menor tiene once meses y no se da cuenta, pero el mayor ya tiene dos años y se acuerda todo el tiempo del papá. Cuando llega a la casa, llega con una ilusión de verlo en el cuarto. Le digo que no está, aún no tengo palabras para decirle lo que pasó”. Mientras lo dice, Robinson llama al papá desde el patio y a ella se le quiebra la voz y se le humedecen los ojos. Algún día le dirá que Miguel repetía todo el tiempo que no quería dejar solos a sus hijos mientras agonizaba por el licor adulterado.

Miguel Holguín Merino iba a cumplir 30 años. Su sobrino Lindimberg Marichal Avilés ya los cumplió en marzo. Se hicieron panas en el Colegio Eloy Alfaro, cuando Miguelacho estaba en sexto curso, y Liky en cuarto. Liky es empleado en el municipio de Durán y Miguel era guardia de seguridad. Tenían por costumbre tomarse unos tragos en casa de Miguel en sus días libres. A veces con otros familiares, pero casi siempre los dos solos en el patio o la sala. Hablaban de lo que les pasaba en el trabajo, de chupas anteriores o aventuras del colegio. En cuanto se mareaba, Miguel se iba a dormir.

El domingo siete de agosto, Lindimberg fue a buscar a su tío, pero él dijo “No Liky, yo estoy libre lunes y martes, ven a buscarme mañana”. Ese lunes 8, a las seis de la tarde el sobrino regresó y preguntó “¿Vacilamos?”. “Ya ñaño, vacilamos” respondió Miguel. Desde que salió a la venta, hace tres años, siempre tomaban vino Tres Marías, que compraban a un dólar el cartón. “Éramos vineros –recuerda Licky-, y siempre comprábamos donde Rafa porque a veces hasta nos fiaba”.

Se instalaron en el patio de la casa de Miguel. Liky sentó en un banco y Miguel en una jaba de cervezas. A ratos llegaban otros parientes, que se tomaban unos tragos y se retiraban. Esa noche se tomaron quince cartones de vino Tres Marías. Recordaron anécdotas del pasado: cuando se hacían la pava los viernes con sus novias para irse a pasear, o cuando se fueron en grupo a chupar a la Primavera I, esa vez los asaltaron unos pandilleros que les dieron duro y casi los matan, excepto a Miguelacho, que se escondió en un restaurante y se reía de los demás, que huían a toda carrera. Casi no hablaban de temas personales o familiares. “Éramos más bien cohibidos en esas cosas, pero ese día nos acordamos de tantas historias, que parecía una despedida”, recuerda Liky.

Miguel era alegre y divertido. Más cuando tenía sus tragos en el mate y decía “Liky, ¿estoy malcriado o no estoy malcriado”?, frase que siempre terminaba con una carcajada. Lindimberg respondía “No, está todo bien Miguelito”. Miguel se fue a dormir poco después de la media noche. Liky regresó su casa y se quedó dormido en el sofá de la sala hasta las seis de la mañana, como de costumbre. Lo inusual al martes siguiente era el fuerte mareo y el dolor de cabeza. “Todo era vuelta y vuelta y vuelta”, recuerda. No fue a trabajar el martes ni el miércoles, ni siquiera quería contestar el teléfono. Su esposa Angélica lo convenció de ir el jueves al hospital. Cuando ya se estaba vistiendo, lo llamó llorando su primo, el abogado Chechín, a decirle “ñaño, se acaba de morir Miguelito por tomar ese vino”. Durante el trayecto al hospital, Liky no pensó en su propio malestar, solo en su tío Miguelacho. Su pana. Su compinche. Sencillamente no lo podía creer.

Al principio lo atendieron en el hospital del IESS de Durán. Le pusieron una venda en los ojos, y etanol por vía intravenosa. Perdió el conocimiento. Despertó en el hospital del IESS del Sur, en Guayaquil, donde llegó personal del Ministerio de Salud a entrevistarlo y tomarle muestras de sangre para investigaciones. Estuvo hospitalizado y medicado hasta el sábado en la mañana, no le daban el alta, y para ir al sepelio, amenazó con fugarse. Tenía pendientes inyecciones, suero y pastillas, se sentía mareado, pero “Quería acompañar a Miguelacho al cementerio, estar allí con él, como tantas veces”, comenta.

Cuando Lindinberg y Miguel se envenenaron con el licor adulterado con metanol, ya se había dado la alerta, habían fallecido más de 34 personas, pero pensaban que solo el San Francisco y el Zuno estaban prohibidos. No sabían que su favorito, el Tres Marías, también estaba en la lista negra, ni que Don Rafa les iba a vender vino adulterado. Siempre lo consideraron una persona seria y de confianza que los conocía desde pequeños. Cuando Lindinberg salió del hospital, se enteró de que habían detenido a Don Rafa para investigaciones, y ya estaba en manos de la justicia al fallecer Miguel. “Al menos a Rafa lo van a ver en la cárcel. A mi tío, ¿cuándo lo vemos?” pregunta Liky.

Resulta que al día siguiente de haber libado con su sobrino, Miguel se instaló durante horas a tomarse él solo dos botellas de Zuno Durazno y 10 cartones de Tres Marías. Hasta vio en las noticias que habían capturado a la dueña de una tienda vecina, pero no se le ocurrió que a él también le habían vendido vino adulterado. El miércoles a las diez de la noche, el dolor de cabeza era insoportable y se fue con un sobrino al hospital del IESS de Durán, donde solo le dieron una receta. Ya en casa, Miguel se acostó, pero seguía mal. Jéssica llamó a su cuñada, que vive en el cerro Las Cabras, y se lo llevaron a la una al Hospital Luís Vernaza. Según ella, los médicos le pusieron inyecciones y le dijeron que estaba chuchaqui.

Jéssica se quedó cuidando a los niños y esperó despierta hasta las tres de la mañana, cuando Miguel se levantó para bañarse. Tenía un fuerte dolor de cabeza, vómitos y ardor en el estómago. Se acostaba y levantaba desesperado a cada rato. Ella lo seguía por toda la casa preguntando qué tenía. Miguel se acostó, y no se volvió a levantar. Jéssica constató después que su esposo había tenido todos los síntomas de la intoxicación por alcohol metílico. Hasta la fecha, el Hospital Vernaza no ha aclarado las circunstancias en que Miguel volvió a su casa la primera vez. Su versión es que “El paciente ingreso el día 11 de agosto a las 01H35 am y fallece el mismo día a las 8:86 am, con un paro cardio respiratorio lo cual no supera el paciente y fallece”.

Livington Gonzaga es sobrino de Miguel y vive en una casa ubicada en el patio. También estuvo tomando con ellos el lunes. No tomó Zuno, solo un poco del Tres Marías y se fue a dormir. El miércoles vio salir a Jéssica gritando “No te vayas, no me dejes”. Entró a la casa y con ayuda de un amigo, se llevaron a Miguel al Hospital Luís Vernaza, donde los médicos lo entubaron y le pusieron suero. Le dio un paro, y falleció a las ocho de la mañana.

Antes de que empiece la novena, llega Don Antonio, el vecino, y les da algo de comida a los niños. Lo hace todas las mañanas, se queda un rato y se va. Es evidente que él no tiene mucho, pero eso no impide que haya solidaridad. Cuando Jéssica se acuerda de la atención recibida en los hospitales o de Don Rafa, aflora algo de rabia y frustración. Sus ojos permanecen rojos, pero se niega a decir cómo se siente. Trata de ser práctica porque no tiene alternativa. En la empresa de Miguel, le dijeron que no le podían dar más dinero porque la muerte no se había dado en horas laborables. Ella dejó de recibir el bono de desarrollo hace dos años. Espera conseguir ayuda para poder vender patacón, papa rellena y pescado frito en la casa. Con los dos niños en brazos, le resulta imposible buscar trabajo en otro lado. Mientras tanto, pasa todo el día haciendo sus monigotes para venderlos a fin de año. Miguel le hizo una tarima hace tres años y ya está casi llena. Ese será su único ingreso “seguro”.

Cae la tarde y afuera el movimiento decrece. Llegan de la empresa eléctrica a dejar la planilla de la luz. Alexander se asoma contento, pensando tal vez que se trataba de su papá. Se queda como pensativo, balbuceando mientras observa al mensajero marcharse ya casi en la obscuridad.

sábado, octubre 08, 2011

El cangrejódromo

Fotos: Amaury Martínez
Publicado en revista Mundo Diners #353

En la 6 de Julio la vida gira alrededor del cangrejo. Enfrentan una posible veda de tres años, pero igual se preparan para las competencias de la feria del crustáceo, es parte su lucha por ir hacia adelante.

Victor Hugo nunca se imaginó que iba a ser cangrejero. “Desde los trece años era chichobello y parrandero, hacía strip tease y me iba de tour a otras ciudades, donde vivía de las clientes”, asegura. “Me burlaba de mis amigos porque llegaban a la discoteca con lodo en las orejas y oliendo a manglar, y cuando decían que yo terminaría haciendo lo mismo que ellos, me moría de la risa”. Ni en su peor chuchaqui pensó que iba a terminar igual. Era finísimo. Se metía en los gallineros y no dejaba ni las plumas, y al pasar por los patios, arrancaba la ropa con todo y cordel. La gente cerraba las puertas al enterarse de que andaba cerca, le decían “La Plaga”. Trabajó en las bananeras de la zona y fue conchero en Machala, “eso sí que es explotación”, dice. “Todo el Billete se me iba en juergas y cachina”, recuerda y su familia pasaba apuros. Pero ahora es cangrejo de un solo hueco, sereno, optimista y convencido de su fe. Se acercó a Dios y sentó cabeza a los 32 años con la mujer que lo sacó de las discotecas y lo convenció de ir al manglar de la cooperativa 6 de Julio (a media hora de Naranjal) para ganarse el pan con el sudor de su frente.
“La vida era dura al principio, madrugaba al manglar a pie. Un amigo cogedor me dio chance para que le ayude a capturar cangrejos. Mi compa los agarraba, y yo los metía en un saquillo, ponía en una alforja, lavaba y ataba. Cocinaba los cangrejos muertos para venderlos en tarrina y hacer un billetito extra”. Con el tiempo aprendió a capturarlos y aunque al principio cogía pocos, le alcanzó para mantener a su familia. Con el tiempo prosperaron: “tengo moto, cocina, televisor y lavadora, y todo gracias al cangrejo”, dice. Ahora se levanta a las seis de la mañana, cuando ya algunos de sus compas están en camino al manglar y pasan haciendo bulla en las motos. Él llega tranquilo como a las ocho, solo quiere los tres atados que le permiten la subsistencia. Capturar más cangrejos sería gula, contribuiría a acabar con la especie y él prefiere el uso sustentable de este recurso para que la saciedad de hoy no sea el hambre de mañana, incluso ahorra unos $40 mensuales para cuando llegue la veda.

Para llegar desde la 6 de Julio al manglar, los cogedores tragan polvo durante media hora. La vestimenta de campaña consiste en dos pantalones, doble guante, tres camisetas y un buzo para soportar las nubes de mosquitos, además de cuatro piolas y un gancho metálico para atrapar a su presa. Antes los alcanzaban con el brazo, pero ahora hay menos cangrejos y se meten más al fondo del lodo. Se quedan en diferentes puntos previamente consensuados (Boca Negra, Sabanilla, La Piscina, Bola de Oro, El Caracol, La Finca, Rodrigal, Juan Bola, Casa verde y El Ostión) y cada cual tiene su parcela de manglar repartida equitativamente.
Un bote los adentra por tres dólares y al llegar a su punto examinan los huecos y buscan las huellas más grandes y profundas, dejadas por los crustáceos cuando salen a alimentarse de hojas y semillas. Una vez identificado el cangrejo, lo rodean con el brazo y lo jalan con el gancho. Si les va bien, en seis horas sacarán cuatro o seis atados de doce cangrejos a $5 cada uno, para que los vendedores se los lleven al mercado de Naranjal o a provincias. Algunos cangrejeros ya rondan los 40 años y no aguantan como antes, pero tienen que seguir porque el que no saca cangrejos, no come. Así de simple.

La veda
La Asociación de Cangrejeros 6 de Julio, presidida por Milton Olivo, tiene 150 socios. “Somos ocho comerciantes y 20 pescadores. Además hay un grupo de 23 mujeres que se encargan de sacar el cangrejo y venderlo en tarrinas”, explica. Los cangrejeros son de varios poblados de los alrededores: 6 de Julio, Nueva Unión Campesina, Las Mercedes, Jaime Roldós y La Rubira. Hugo Barrera, el vicepresidente de la asociación, cuenta que gracias a la Fundación Jambelí y al Ministerio de Ambiente, consiguieron en el año 2000 la concesión de 1.366 Hs. de manglar, que luego ampliaron a 2.000 Hs. “El Ministerio de Ambiente nos dio un bote de motor, GPS, equipo de vigilancia y herramientas para proteger el ecosistema. Esperamos renovar la concesión, pero hay una propuesta de mantener la veda durante tres años para recuperar la especie. A cambio, el Gobierno propone un bono de $200 mensuales”. Actualmente ganan unos $400 mensuales, así que estarían dejando de percibir la mitad de sus ingresos.

Están dispuestos a dejar de capturar cangrejo y dedicarse a limpiar, reforestar y custodiar el manglar a cambio de una compensación que les permita subsistir, pero además de los $200, esperan que llegue la obra del Municipio, Prefectura y Gobierno Central. Como pertenecen a una parroquia urbana, no se benefician del programa Aliméntate Ecuador y aún hay tres comités de vivienda que esperan sus casas del MIDUVI. Carecen de alcantarillado y subcentro de salud, al más cercano no llegan los médicos todos los días ni realizan exámenes de laboratorio. Las vías de acceso y calles están en mal estado, gastan mucho en reparación y repuestos para sus motocicletas.


Campeones cangrejeros
La Cooperativa COOPERA, organiza la Feria Gastronómica del Cangrejo Naranjaleño cada seis de noviembre desde el 2005, cuando asistieron cinco mil personas. En la del 2010 participaron seis asociaciones de cangrejeros, 63 expositores y veinte mil turistas que movieron unos 80 mil dólares. Los concursos más populares son: la carrera de cangrejos, el amarre más rápido, cangrejo más grande, baile folclórico, amorfinos y plato original.

Cada año hay más turistas que generan ingresos para los participantes. El primer plato ganador de la feria fue el lomito de cangrejo preparado por Amarilis Ibarra, que nos mostró orgullosa su receta y el trofeo que le entregó la Cooperativa en el 2005. No ha vuelto a ganar, pero los carapachos rellenos que prepara cada año son caída y limpia. Leonardo Morán Fariño es otro participante de la feria del cangrejo. Se incorporó de la Escuela de Cheffs de Guayaquil, y en Naranjal tiene un comedor donde la mitad de la carta lleva cangrejo, sea criollo, con arroz, en tallarín o ensalada, cazuela, uñas apanadas, encocado, lasaña, sango, caldo de bolas, ceviche, sopa, coctel, pinchos, cangreburguer y otras formas aún pendientes que estrenará en la feria.
Ha ganado varios premios por su sazón y desde el 2005 prepara “la ensalada de cangrejo más grande del mundo”, que este año tuvo 4800 cangrejos. Reconoce que la demanda es alta, pero prefiere vender menos o dedicarse a otra cosa por un tiempo con tal de que al largo plazo se pueda continuar con la actividad.

Los eventos los distraen, son una forma de demostrar lo que hacen, lo que los define. Algunos cuidan a sus cangrejos durante meses y atienden con esmero a los más grandes, rápidos o rarezas como los cangrejos de doble pata gorda, que hasta pena da comérselos. Todos esperan que su participación en la Feria les de quince minutos de fama en algún diario, y los premios.

Algunos crían a sus campeones por meses. Luís López tuvo incluso su propio manglar en el patio de la casa. Recuerda que la gente iba a ver cómo estaban sus cangrejos y dejarle agua u hojas de mangle a los más engreídos.

Organizaron un minicampeonato cangrejístico relámpago para esta crónica. Poco a poco fueron llegando cangrejeros adultos y niños con sus campeones envueltos en camisetas húmedas. Jacinto Méndez llevó el cangrejo más grande, un ejemplar azul de tres libras que obligó a los demás candidatos a retirarse antes de empezar. Víctor Hugo capturó al más largo, uno flaco de 58 cm. que ganó por una uña (aunque estuvo lejos de la marca oficial: 64,12 cm). A él le tocaba una botella de whisky de premio, pero se la dio a Jacinto y en vez de eso aceptó una colonia. Ahora que la especie ha mermado, conseguir un cangrejo digno de competencia es cuestión de suerte.
Para encontrar al más rápido hay que elegir entre los pequeños, que son los más ariscos y corren más. Aunque al final será cuestión de suerte. La prueba de velocidad no es tanto una competencia, más bien una huida de cangrejos, que no ven a sus contrincantes sino a la gente arengándolos para que lleguen al final de los dos metros de la pista hecha con cartón para banano y alambre. El más veloz de la tarde fue Speedy, el cangrejito de Marlon Ureña que ganó cuatro carreras sin despeinarse.

La incertidumbre por la concesión y las condiciones de los próximos años tienen a la asociación dividida. Unos esperan el diálogo para compensar el sacrificio económico que les tocará realizar. Otros piensan dedicarse a algo más y quemar los últimos cartuchos sin pensar en la inmortalidad del cangrejo, o mejor dicho, en la preservación de la especie. Falta diálogo -se queja Luís- falta apoyo. Por su parte, Víctor Hugo está afiliado al Seguro Campesino y ahorra para sembrar cacao CNN-51 en su propio terreno con la esperanza de que sus hijos no sufran tanto. Al igual que los demás cogedores, espera que alguno de los cangrejos que selecciona para las distintas competencias gane algo en la feria del cangrejo. Para entonces, espera que el Gobierno le haya dado a su comunidad una solución que les permita ir hacia adelante. Esta carrera no es de velocidad sino de resistencia.

viernes, octubre 07, 2011

Radio Online

Por Rafael Méndez Meneses
Publicado en revista Mundo Diners #353

Las radios se toman internet y desde internet se hace radio. Emisoras como RadioVision.com.ec y RadioCity.com.ec se han adaptado a los cambios tecnológicos y buscan nuevas audiencias en la red. Por otro lado, han surgido streamers que desde internet compiten casi en igualdad de condiciones con la radio tradicional.

Según datos del INEC del 2010, el 80.1% de los hogares tiene celular y el 11.8% tiene internet. El 29% de los ecuatorianos accedió a internet desde diversos medios, como el trabajo, hogar o cibercafés. Tener una frecuencia de radio ha dejado de ser una limitante para quienes desean transmitir a nivel global. Basta una computadora con ancho de banda aceptable y un programa de streaming.

Desde La Troncal, Adeatel.com asesora a radioemisoras para que transmitan en internet. Mario Crespo, su gerente, explica que “Casi todos los costos dependen del ancho de banda. Mucha audiencia implica mucho ancho de banda y para la mayoría de las radios de alcance local, el costo es extremadamente cómodo”.
Las radios se han adaptado a los cambios tecnológicos y radiodifusores como la guayaquileña Kathiuska Peralta, del programa radial “Sintonizados” en RadioEstrella.com.ec (92.1fm), buscan nuevas audiencias para su programación. Además del espacio en la web radial, ella usa su web personal LaKathu.com para generar interactividad con sus seguidores por medio de redes sociales. “He ganado seguidores de otros países que han tenido la curiosidad de escuchar el programa”, comenta.

La tendencia no es nueva, se está afianzando. Fabián Auz dirige Radio04.com. Su primera emisión fue en una radio de Tulcán y ahora transmite solo por internet desde Sangolquí. El programa musical en vivo pasó a podcast (descarga del programa pregrabado), y finalmente a WebShow multimedia con audio, video y chat. Resalta que “la audiencia online es más fácil de evaluar que la de un medio tradicional equivalente porque las herramientas estadísticas permiten conocer exactamente el número de quienes vieron el show, lo descargaron, entraron al chat, comentaron en redes sociales, etc."

Para quienes no tienen acceso a una frecuencia de radio, la solución es el streaming. Carlos Nieto, Director del blog quiteño de tecnología Hotwaves.net, comenta que para lanzarse al ruedo se puede usar soluciones gratuitas o software pago profesional como el XSplit. Bastan programas de voz como Skype, un computador rápido con suficiente memoria RAM, y una conexión a internet con una velocidad de subida decente. El resto, dependerá de la capacidad para captar audiencia. Oliver Tenezaca ofrece música variada en OliverKhanProducciones.es.tl, su radio online desde Naranjal. Pagó $250 por el servicio y la página web. Ahora comparte con un DJ de Machala y comenta que la mayoría de la audiencia son migrantes que envían saludos a sus familiares.

Otro caso es el de RadioWild, que nació hace un año y posee servidor propio. Forman parte de TheWildchildren.com, web musical donde doce personas de Guayaquil y Quito hacen además programas culturales, políticos, históricos, etc. en vivo desde su casa. Sus coordinadores son Guillermo Rolando, Franklin Villamar y Roberto Esteves. Esperan tener suficiente experiencia para cuando el internet sea más accesible y comentan que su principal ventaja es la libertad para exponer los contenidos, ya que en internet no existe otra censura que la impuesta por ellos mismos.

En teoría, cualquiera con acceso a internet y equipos básicos puede hacer streaming. Es como tener un blog o cuenta de youtube. Al final, será la audiencia la que decida si duran o no. Mientras tanto, el feedback ayudará a corregir errores y mejorar la calidad de las transmisiones.