miércoles, junio 21, 2023

La vida es videojuego

 Publicado en Revista Mundo Diners, 30 de diciembre de 2022 

Antes, en el siglo apenas pasado, se miraba a los gamers como gente rara que gastaba demasiado tiempo sola y frente al televisor, conectada a la realidad de los videojuegos. Hoy son parte del reinado digital y cuando están jugando también están construyendo comunidad, ganando fama y divirtiéndose. Su venganza está consumada. 


Fotografías: Shutterstock y Amaury Martínez 

La evolución de los videojuegos ha sido brutal. En pocas décadas pasamos de las dos dimensiones a la realidad aumentada y los monstruos que se pueden ver en pleno Malecón 2000. También cambió la forma de jugarlos, y pasamos de rutinas unipersonales a plataformas virtuales en las que miles de personas, divididas en equipos o selecciones, juegan al mismo tiempo. Pero el cambio más importante está en la percepción. Los gamers dejaron de ser bichos raros y solitarios, ahora representan a sus países en torneos internacionales. Todo esto en una industria actualmente valorada en 198 400 millones de dólares. Christian Perdomo es gamer de toda la vida y responsable de la tienda virtual Time to GameStore. Los juegos que más vende son FIFA, Resident Evil, Mario Kart y Super Smash Bros,y la mayoría de sus clientes tiene más de veinticinco años y trabajo estable (cada juego puede costar ochenta dólares). “Cuando llegó la pandemia, los videojuegos fueron un gran aliado para lidiar con el estrés, y lo que antes era un tema de ocio, ahora se lo ve como un tema de familia”, comenta, y agrega que, según sus investigaciones de mercado, los niños empiezan a experimentar con videojuegos para celular desde los cuatro años, y a partir de los diez años ya tienen su primera consola, sea nueva o la que heredan del papá. De los veinte a los 35 años juegan Play Station, Nintendo y XBox. 

La comunidad gamer
Kevin Carvache vive en Durán y a sus veintiocho años evalúa su vida como gamer positivamente. “Para mí la vida es como un videojuego en realidad virtual, porque cada día tiene diferentes niveles. Algunos son difíciles y es gratificante superarlos”. Si Calderón de la Barca hubiera sido gamer no habría dicho “La vida es sueño”, habría dicho “La vida es videojuego”, y esa frase habría sido más precisa para definir el mundo. 


“Para mí la vida es como un videojuego en realidad virtual, porque cada día tiene diferentes niveles. Algunos son difíciles y es gratificante superarlos”, Kevin Carvache. 

Kevin juega desde los dos años y en su adolescencia agarraba su consola desde las cuatro de la mañana hasta la hora de almorzar. Ahora que la vida lo puso en otro nivel, juega solo un par de horas y ya no a diario. De los más de 2500 millones de videojuegos existentes, él es fan de los de Nintendo y ha tenido la mayoría del ecosistema de esa marca. Sus personajes favoritos son Zelda, Mario y Fox McCloud, y le gusta eso de interactuar con seres virtuales como si fueran monstruos o entes llegados de otra dimensión. Prefiere las consolas al celular porque tienen más potencia y prefiere los mandos físicos, pero quién sabe qué pasará cuando lleguen las consolas que le permitan operar los controles, directamente, con su cerebro. 
Gracias a la piratería, el Play Station 1 y Play Station 2 se popularizaron entre finales de los noventa y principios de los dos mil. Los videojuegos en DVD costaban dos dólares, y quienes no tenían dinero para una consola acudían a los negocios de alquiler. Ahora es fácil comprar videojuegos y consolas mediante courier o servicios como TiendaMía.com, y las redes sociales acercan a los gamers de todo el planeta. A pesar de la cantidad de títulos que surgen cada año, los videojuegos siguen vigentes mucho después de ser lanzados. Los cinco más populares del primer trimestre de 2022 fueron lanzados antes de la pandemia y el más popular fue Minecraft de 2009. 

Ana Villaquirán juega con el nombre de Rei Hino en varias plataformas. Su videojuego favorito es Apex Legends, un entorno de Battleroyal en primera persona compuesto por más de cien millones de jugadores. En ese juego se puede participar en equipo y a ella le resulta fácil integrarse y hacerse pana, sobre todo cuando juegan bien y empiezan a ascender en la tabla de posiciones. Una vez estuvo en un clan que tenía cien integrantes, pero no duró mucho porque ese tipo de comunidad implica constancia para seguir ascendiendo, y no siempre hay tiempo. Ana prefiere quedarse un tiempo en un clan y pasar después a otro más chévere. Depende siempre de la compañía que encuentre y lo bien que se pase en los chats. “Todo depende de las habilidades sociales. Algunos van solo a jugar, otros aprovechamos para socializar. Todo tiene que ver con las jugadas que se arman. Eso te lleva a tener más amigos”, explica. La otra opción es llevar a sus amigos y vecinos al juego. Recuerda cuando iba al parque Samanes durante la fiebre del Pokemon Go y se encontraba con grupos de guayacos que compartían su pasión. 

Videojuego y vicio 
En cuanto a los riesgos de la adicción a videojuegos como FreeFire, basados en la supervivencia a través de la eliminación de rivales, y la violencia que estos supuestamente generan, Christian Perdomo comenta que el juego ha sido tan difundido por la facilidad con que se puede operar desde celulares de gama baja, es decir, por el acceso desde casi cualquier celular. Resalta que no hay que dejar a un niño sin supervisión y que se puede jugar responsablemente. Si se establecen horarios, como en otros deportes, quien tenga talento puede ser un eventual gamer profesional. 

Todavía hay, por ejemplo, temores de suicidios asociados a ese juego, a pesar de que no hay investigaciones concluyentes. Se ha establecido que las personas violentas eligen ese tipo de videojuegos, pero eso no implica que la trama vuelva violentos a sus usuarios. El prejuicio sobre el tema se debe a que en Estados Unidos hay un alto consumo de videojuegos y también un alto índice de muertes por armas de fuego, pero en los otros países donde se consumen videojuegos no se registran los mismos niveles de violencia. La psicóloga Anabella Avilés explica que la agresividad es natural en el ser humano, incluso al jugar ajedrez, y así como se envía a niños y niñas a hacer deportes de contacto físico, los videojuegos pueden ayudar a liberar agresividad contenida. “Al jugar hay una perspectiva de lo que ocurre en el mundo, aunque sea ficción o fantasía. Debería haber un acompañamiento desde el interés, no desde la prohibición”. 

Kevin es flexible con los horarios de juego de su hijo y cuenta que esa es una forma de tener tiempo de calidad, en el que comparte su conocimiento, su experiencia. Además, los videojuegos ayudan a desarrollar reflejos e intuición, enseñan inglés de manera efectiva, así como permiten la contemplación frontal de problemas y una mejor toma de decisiones. “Cuando jugamos, no nos rendimos. Unimos las manitos diciendo ‘a ganar’ y damos hasta lo último de nosotros”, dice sobre la experiencia de jugar en familia. Muchas veces, pensando ya en sus nietos, encarga el mando del equipo a su hijo porque cree que los videojuegos son una influencia positiva. “Los videojuegos me enseñaron a no rendirme y a luchar por lo que amo en la vida, a pesar de los obstáculos. Enfrentar lo que venga y seguir al siguiente nivel”. 

Iskra Landucci ha logrado crear una comunidad que paga por verla jugar. 

El próximo nivel de los videojuegos 
Muchos ecuatorianos entrenan a diario esperando alcanzar un nivel competitivo. Se han organizado en comunidades de Splatoon, League of Legends o Pokemon United y mejoran su nivel cada día. Es cuestión de constancia y los campeonatos que se han organizado localmente han dado cuenta de un nivel aceptable, al punto de clasificar a mundiales y quedar campeones. El problema es que los torneos no son constantes. Con más competencia, surgirán gamers cuyo nivel pondrá en alto al Ecuador, pero no han tenido la oportunidad de demostrarlo. Sin embargo, no todo es competencia. Además, hay quienes prefieren ver jugar a otros, comentar y entretenerse, hacer comunidad. 

Iskra Landucci es streamer, se dedica a jugar y conectar con su público, que paga por verla. No juega en torneos, solo se divierte mientras crea una comunidad no competitiva alrededor del Minecraft. Desde hace un año está en Twitch, casi exclusiva para gamers, y es una de las pocas partners ecuatorianas de esa plataforma de streaming. A pesar de que no compite ni está en ningún grupo, sus ingresos pueden llegar a los 1500 dólares mensuales. Casi toda su comunidad es ecuatoriana, pero explica que otros streamers ecuatorianos tienen un público mayoritariamente extranjero. Todos buscan a gente chévere como Iskra para ver y conversar sobre temas muy específicos. 

Cuando era adolescente Kevin imaginaba que hoy tendría más realidad virtual y más inteligencia artificial, y esperaba con ansias los cambios. Ahora, que ha avanzado en varios niveles en el juego de la vida, prefiere quedarse con la incógnita y le encanta esa incertidumbre. Como Mario Bros, prefiere llegar al siguiente nivel y que la magia del nuevo mundo lo sorprenda.

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