martes, noviembre 20, 2012

Perros y gatos

Rafael Méndez Meneses
@kevinhurlt
Publicado en Revista La Otra

Algunas personas piensan que, habiendo tantas causas por las que vale la pena hacer un esfuerzo, es absurdo enfocarse en los animales de la calle. Creen que los recursos y el tiempo desperdiciado en comida, desparasitación, esterilización y hasta en dotar de espacios a los animales de la calle, deberían invertirse en ayudar a los niños pobres, discapacitados o personas de la tercera edad. O mejor aún, en ropa, comida y farras.

Si vemos solamente la superficie del asunto, resulta sencillo darles la razón. Hay tantos problemas y criterios en el mundo que difícilmente se va a llegar a un consenso con respecto a cuál debe ser la causa mayor. Incluso hay quienes tienen suficientes problemas y mal harían en cargar la cruz de otros. Basta mirar a otro lado cuando ven a un gato o perro callejero enfermo o buscando alimento en la calle. Para evitar cargos de conciencia y desviar el tema, algunos dicen que los amigos de los gatos y perros son incoherentes si comen carne o si están a favor del aborto. Es el camino fácil del debate: denostar a los que ayudan para no tener que encontrarse a solas con su conciencia.

Y no faltan quienes consideran que los animales de la calle son un peligro y les tiran el carro encima o se toman la molestia de ponerles atún envenenado. Creen que así dan por terminado el problema de ver animales callejeros y les hacen un favor a quienes “desperdician” su dinero en ayudar. Son esos asesinos los más peligrosos. No solo por su irrespeto hacia la vida, sino porque resulta difícil o imposible reclamar. No hay leyes que impidan matar a los gatos. Apenas hay un reglamento de tenencia y manejo responsable de perros, según el cual, los municipios deben encargarse de reubicar o asesinar a los perros callejeros. Este reglamento es letra muerta, sobre todo porque no hay sanciones para el incumplimiento, así que nada impide el asesinato de los animales de la calle.

Es necesario mejorar el reglamento vigente, de tal manera que establezca sanciones para quienes menosprecien la vida ajena, aunque sea de un perro o un gato, y lo más importante: hacer cumplir ese reglamento. La ciudadanía organizada en asociaciones y fundaciones está haciendo su parte para ayudar a los que no tienen voz, pero su respeto a la vida y su esfuerzo por ayudar a los que no pueden defenderse debe respaldarse en un marco legal que sancione a quienes asesinan a los animales solamente porque les estorban.

Mahatma Gandhi afirmó que “La grandeza de una nación se juzga por la manera en que son tratados sus animales”. Por ahora y a pesar de las notables excepciones, seguimos fallando.



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