en realidad, aún no estoy seguro de haber perdido las elecciones de la forma más estrepitosa (la próxima vez, haré campaña), pero en vista de que ha venido harrrta gente de otros cantones a votar (a primera hora, los muy patriotas), y que mucha gente de Naranjal está empadronada en otros cantones, las sospechas de fraude son elevadas.
Nomás por eso, hubo relajo en los recintos electorales, incluso trataron de evitar que continuara el proceso electoral, pero no pasó a mayores y todo volvió a la normalidad: se robaron los focos en un colegio, se fue la luz en un par de escuelas, los empleados municipales dominaron las mesas, y en algunos casos, a los más viejitos les ponían el voto los mismos integrantes de las mesas.
La musa inspiradora me estuvo acompañando en estos momentos de pesar. Fue testigo del momento en que le daba mi voto a Correíta.
Como no tenía nada más que hacer, excepto, tratar de hacer campaña, me dediqué a pasear por las calles del terruñito, mientras le recordaba a la gente que si me daba el voto, yo les firmaba un vale pagadero el día de mi llegada triunfal al concejo. Ya estoy endeudado con un par de carros, 25 casas y contrato por 4 años para 14 secretarias (buenas).
Lamentablemente, esa táctica no dio los resultados esperados debido a que el alvarito anda ofreciendo 300000 casas, y hay harrrrtos mohínos que le creen.
Cuenta la leyenda que la yesi ya se anotó para recibir su casa, la camiseta y su funda de quaker.
En todo caso, me aseguré de rayar la papeleta de diputados, para que no les quedara la menor duda a esos mongolos del tse de que mi voto lo estaba anulando.
Al salir del recinto electoral mientras buscaba a su madre, la musa se topó con la gaby, que se estaba dedicando al oficio de emplasticar carnets de votación, y se aprestaba a pegarse un suculento almuerzo de a $0,50 la tarrina.
Insistió tanto, que la gaby tuvo que darle la mitad del guatallarín. Teníamos hambre: hoy la musa preparó el almuerzo, y debo admitir que en mi vida nunca había probado un plato tan dulce. Eso sería perfecto, excepto por el detalle de que la whenducha había preparado arroz con pollo.
Mientras se peleaban por allí por la última cucharada de guatallarín, aproveché la oportunidad que me daban los dioses para cachuelear un poco, y les ofrecía el emplasticado gratis si la votante estaba buena, o si me había dado el voto. Después de 15 minutos se había terminado el plástico, y me sacaron a cocachos por llevar el negocio a la quiebra.
Regresamos a los recintos electorales a ver qué mismo es que pasaba. Sospecho que dentro de un par de horas volveré con las malas nuevas. Al menos senté un precedente: Soy el primer blogger que fracasa estrepitosamente en una elección popular.
Por lo pronto, en el conteo de la parroquia Jesús María, ganó lucio, y nosotros quedamos en segundo puesto.
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