Diario El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala
Escritor, Premio Eugenio Espejo 2007
Ladran con furor, se atacan ferozmente, muerden al que pasa, despedazan a quien se pone por delante. Son los perros hambrientos.
No pueden ocultar la rabia que les domina y les hace actuar como posesos. No pueden esconder la baba de odio que les chorrea incontenible.
Actúan así desde su nacimiento, desde cuando les juntó el capitán de la jauría: Camilo Ponce Enríquez, el gran oligarca quiteño, el super latifundista serrano, dueño de vacas lecheras e indios huasipungueros, fundador del Partido Social Cristiano.
Basta recordar el 29 de mayo de 1959 en que él, convertido en Presidente de la República, ordenó disparar contra la juventud de Portoviejo. Basta recordar el 2 de junio de ese año, cuando su jauría uniformada acribilló a cinco estudiantes en Guayaquil, esquina de 10 de Agosto y Boyacá, frente a El Telégrafo, por el crimen de protestar contra los desmanes del poder y exigir democracia. Basta recordar la masacre del día siguiente, 3 de junio, cuando ordenó tirar a matar contra el pueblo de Guayaquil, orden cumplida por el jefe de Zona, coronel Luis Ricardo Piñeiros, llegado al apuro desde Washington, luego de ser condecorado por el Pentágono.
Entonces, cuando las calles de Guayaquil estaban aún empapadas de sangre, cuando las multitudes lloraban a su muertos y desaparecidos, el sátrapa socialcristiano lanzó su célebre versión: “en Guayaquil han caído unos cuantos hampones y prostitutas”.
Claro, para ellos, los oligarcas de ayer y los pelucones de hoy, los desempleados, los marginados y los hambrientos sólo son eso: hampones y prostitutas.
Por eso, concluida la matanza, se reunieron en el Club La Unión y otras guaridas elegantes para agradecer al matador por haber “librado a Guayaquil del saqueo y el caos”. Igual que aplaudirían después a León Febres Cordero cuando desató la violencia en aplicación de la consigna que expuso su portavoz Joffre Torbay Dassum: “A los subversivos hay que matarlos como al pavo, la víspera”. Así cayeron asesinados los hermanos Restrepo y tantos otros.
Ni siquiera sus congéneres de la derecha han escapado a ese odio, que al menos se refleja en los insultos. Recordemos la encendida confrontación entre el Alcalde Jaime Nebot y el Presidente Gustavo Noboa Bejarano, cuando éste le minimizó afirmando que el Alcalde Nebot no pasaba de “un líder cantonal”, a lo que el otro le endilgó al Presidente un calificativo imborrable: “bobo de la yuca”.
Años más tarde, saturado de odio contra Noboa, Febres Cordero declaró ante los medios: “Le perseguiré como perro con hambre”. Y en verdad lo persiguió valiéndose de jueces de alquiler hasta verlo preso con el aplauso de Nebot, para que hoy Noboa goce de la amnistía que le brindó la Revolución Ciudadana, y marche de brazo con la jauría que le persiguió ayer, en las manifestaciones subversivas que han unido a los perros con hambre, a los bobos de la yuca, a los vivos de la banca, levantando la bandera de Guayaquil en seuda demostración cívica detrás de la cual afila sus colmillos la jauría fascista.
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