Después de una prolija investigación realizada por mi equipo de psíquicas (buenas), determinamos que el 70% de los 8000 beneficiarios del bono de desarrollo invertían su billete en bisutería, calzones y tarjetas prepago (porta). Ante esos resultados, había 2 opciones: cambiarle el nombre al bono. En vez de “bono de desarrollo”, ponerle “bono de la vanidad”; o darle un mejor uso al billete que le va a caer del cielo a toda esa gente.
Soy amigo del primo de la cuñada de un señor que entró una vez al blog de un tipo que votó por correíta, así que aproveché ese nexo para, al igual que todos esos que ahora andan queriendo formar parte del Gobierno Alfaro-Bolivariano-Ecua-Correísta, presentar un nuevo proyecto megalómano para que no se desperdicie el billete del bono.
La idea es simple: en vez de darle el dinero en efectivo, se descontarán los siguientes valores, que serán invertidos en los siguientes ítems:
$1 para atención médica
$1 para laboratorio
$2 para odontología
$2 para uniforme y cuadernos (para el 2008)
$5 para canasta básica (al comprar al por mayor, se consiguen mejores precios)
$4 para cooperativa y capacitación permanente en microempresas
$10 para conexión ilimitada a internek para que puedan leer mi blog durante todo el día
$0,50 para que compren mis libros autografiados en cómodas cuotas mensuales
Con los 8000 beneficiarios del bono del terruñito, el dinero iba a alcanzar para pagar los médicos que atenderían gratis, los laboratoristas, los profesores, etc. Incluso, estaban adelantadas las conversaciones para comprar la tela de los uniformes, e incluso tenía un pre contrato con las señoras que, después de recibir un taller de costura, se iban a encargar de confeccionar los uniformes de los peladitos del terruño.
Todo iba bien, hasta que empezaron las manifestaciones: la asociación naranjaleña de laboratoristas se unió al sindicato único de sastres, y se complotaron con el colegio de médicos y sanadores del terruñito, y con las 5 asociaciones de tenderos que hay por allá. Se tomaron el cyber al que voy todos los días para leer los mensajes de mis groupies y amenazaron con comentar cada 15 minutos en letras mayúsculas, y utilizando la letra “k” en vez de “c” o “q”.
El proyecto megalómano se fue al diablo.
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