Por Rafael Méndez Meneses
Publicado en revista La Otra #7
Es un gran avance que el Municipio de Guayaquil llame “Plaza Libertad de Expresión” a una calle. Así el mundo se da cuenta de la importancia que tiene para la autoridad local este principio constitucional, y de cómo reivindican a quienes en épocas grises recibieron golpes, insultos, garrotazos y muros pintados como respuesta a sus intentos de expresarse. Pronto, la Libertad de Expresión no será para pocos en una plaza o calle, sino para todos en cualquier escenario.
Ya no censurarán en los concursos a artistas cuyas obras sean Porno para Melvin. Más bien defenderán su derecho a plasmar lo que dicten las musas, les guste o no a algunitos. En las calles, los grafiteros, stencileros y activistas culturales de Litro por Mate, intervendrán sin miedo a multas o a que llegue un grupo de robaburros a insultarlos y pintar los muros de gris. Se viene una nueva era para Mostacho el Facho, otrora condenado a la invisibilización por constituir una ofensa a las ordenanzas, las buenas costumbres y el pensamiento derechoso unificado.
Tampoco tratarán de boicotear películas inconvenientes con excusas chimbas, ni atacarán a quienes usen el cine para que las nuevas generaciones tengan una noción del pasado que aún mancha de rojo los bonitos adoquines de colores. Algunos guayaquileños querrán cuestionar el monumento a LFC o a cualquier otro porque daña el paisaje en una zona patrimonial, por feo, o porque les ofenden los homenajes a quienes consideren responsable de torturas, desapariciones o muertes. Tendrán garantías para marchar, encender velas o gritar a viva voz lo que sientan sin que un garrote penda como Espada de Damocles sobre sus crismas. Los organizadores de marchas contra el fascismo no tropezarán con insultadores que den palo por la espalda a las mujeres. Podrán marchar cerca del municipio y tendrán todas las garantías para ejercer su derecho a la libertad de expresión.
Quienes quieran decir algo contra la gestión del alcalde o cualquiera de los concejales, no necesitarán ir al puente de Urdesa para quejarse en corto. Asistirán a las sesiones de Concejo y cuestionarán lo que consideren cuestionable. Nadie les va a gritar, insultar, patear o jalar el pelo, aunque sean concejales de oposición. Sus posaderas no serán para recibir patadas literales o figuradas, sino para sentarse cómodamente en la Silla Vacía que les esperará calientita.
Si consideran que sus puntos de vista no se ven reflejados en los artículos de opinión de los diarios, los guayacos podrán enviar cartas, escribir artículos o conseguir espacios de opinión para publicar caricaturas sin que les paguen. Si algún editor censurador se niega a publicar sus opiniones, tendrán quién los respalde. Pancho Jaime estará orgulloso de este notorio avance de las libertades civiles.
Si no les interesa el arte ni la política, y simplemente quieren expresar su amor con un besito cerca de la fuente multicolor del Malecón del Salado, podrán hacerlo sin que guardias impertinentes les piten para que sosieguen sus calenturientas hormonas en Guayaquil, la tierra de la libertad.
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