Hasta mis cálculos me abandonan
Aquel viernes fue aciago desde el principio. Era una molestia tener que beber un par de galones de cerveza al día (millón de gracias a la enfermera buena que estuvo a mi lado en esos momentos de pesar), y deshacerme de todo ese líquido cada cinco minutos. Tenía que guardar reposo obligatorio y tenía la prohibición (e incapacidad absoluta) de practicar cualquier asana del kama sutra. Todo eso me llevó a extremos insospechados, como quedarme viendo en mtv a un tipo que aspiraba ají hasta vomitar (ante las cámaras). El hecho de saber que alguien la estaba pasando peor que yo me reconfortó ciertamente, pero sólo hasta que recordé que a ese imbécil le pagaban por el freak show.
Como ya no me hacían efecto las pastillas para el dolor, no me quedó otra que ir al médico para operarme. En la consulta previa, antes de hacerme el eco, estaba yo sentado al borde de la cama, y noté que el doctor miraba mis vergüenzas, sonriendo de forma muy sospechosa. En ese momento caí en cuenta de que en el consultorio no habían fotos de la esposa o hijos; tampoco tenía una enfermera buena, sino un enfermero tuco; y de paso, tenía una colección de cds de miguel bosé, village people y durán durán. Lo que convirtió las dudas en certezas fue cuando dijo que prefería el ceviche al encebollado (say no more).
A lo que iba, el doctor empezó a morirse de la risa. En mi paranoia llegué a suponer que el tipo pensaba que yo la tenía chiquita, pero como eso no tenía ningún sentido, decidí preguntarle. Entonces me explicó que se reía por el dragón que tengo tatuado. Según el doctor, en vez de escupir fuego, ahora iba a escupir cálculos. Al ver que no me hacía ninguna gracia el chiste agrio del año, me explicó que no se reía por eso, sino porque en realidad era innecesario que me bajara los pantalones y el bóxer para aplicarme el láser, peor para hacerme el eco, que de paso, lo tenía que hacer una doctora que estaba en camino. Me subí el bóxer y los pantalones y me acosté de una vez en la camilla. El doctor salió, supongo que para encender la videocámara que tenía detrás del espejo, y apareció finalmente la doctora que aplicaba el eco.
Después de masajearme con gel e inspeccionarme a lo largo de toda la zona en la que debía estar el cálculo, se dio por vencida y me contó el notición: el cálculo había desaparecido milagrosamente!
Aprovecho este momento para agradecer a la yesi, a la whendicita, a la Gise, a la pamela y a toda esa gente alrededor del mundo que participó en la gran cadena de oración por mi salud. Como ven, una vez más se dio un milagro y me curé sin tantas complicaciones.
Pero como siempre debe salir algo mal, la doctora me informó que en vez del cálculo renal, había por allí un cálculo en la vesícula y que tengo el hígado graso (la farra posterior al cumple de Dael sigue manifestando sus estragos). De paso, me dijo que lo tengo chiquito.
Obviamente, se refería a uno de mis riñones.
El doctor Andy triviño dijo que eso era peor que el cálculo renal y que ya no me queda mucho de vida. Luego, el doctor Luis Triviño me dijo que no debía preocuparme, pero debía iniciar el tratamiento lo más pronto posible.
Estoy tomando chancapiedra, ya que mi cuerpo no tolera los químicos (la CIA está considerando seriamente la posibilidad de clonarme para detectar indicios de componentes neurotóxicos de grupos terroristas en los aeropuertos). Sucede que mi cuerpo y espíritu son tan puros que no toleran las pastillas (rojas, verdes, o amarillas).
Para concluir con esta aburrida telebobela…
puedes dormir tranquila, que aún me tendrás durante muchos años.
¿tas felizh?
1 comentario:
Chancapiedra is pouring... je je no en serio, bueno saber que estas bien, tu sabes que por aca se te apoya
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