Esa actitud desensibilizó a mucha gente, que se acostumbró a ver la mentira como algo normal, a no rectificar ni exigir que rectifiquen los mentirosos, a no disculparse ni exigir que se disculpen los que afectaron a otros. Hubo un componente igual o peor: el odio. Muchas de las mentiras de la oposición se enfocaron en hacerle creer a la masa que estaba perdiendo algo: que les iban a quitar la vaquita, que los impuestos (que muchos nunca han pagado) los iban a perjudicar a ellos, que la herencia la iban a perder, aunque ni siquiera tenían algo por heredar. Incluso aprovecharon el terremoto para tratar de generar odio con base en mentiras.
Pero Lasso está llevando esa posverdad a un nivel ridículo. Los berrinches y llamados al caos para protestar por los resultados, se sustentan en mentiras y jugarretas infantiles para mantener su postura y no tener que rectificar y disculparse. Pidieron recuentos absurdos, sin sustento y cuando los hechos ratificaron que habían perdido, sus berrinches se orientaron a pedir más recuentos, a poner condiciones más ridículas, incluso a desconocer los procesos que el mismo banquero había pedido. Eso deja a la sociedad que lo tuvo como su referente electoral en una posición incómoda. Si el juego de la posverdad obliga a unos pocos a elaborar argumentos para justificar sus odios y no tener que rectificar, cada vez les resulta más difícil defender los berrinches de Lasso.
El problema de lo malo es que, si se abona lo suficiente, tiende a empeorar. Si les gustaron las mentiras y el odio en la política, amarán la mentira y el odio en otras esferas de su vida. Si las nuevas generaciones perciben que el odio y la mentira les sirven para cumplir sus objetivos, por irrelevantes que parezcan ¿Qué pasará cuando el odio político se convierta en odio contra la Iglesia, contra la empresa, contra los vecinos, contra la familia, contra los medios de comunicación mentirosos, contra los hinchas del otro equipo de fútbol, contra la universidad o el colegio? ¿Qué harán los odiadores cuando sus propios hijos empiecen a difamarlos públicamente para no tener que ordenar su habitación? ¿Qué harán los curas que apoyaron las mentiras del banquero cuando sus feligreses empiecen a maldecir a su Dios para no tener que confesarse? ¿cómo se sentirán los que comparten memes contra beneficiarios del Bono de Desarrollo si uno de sus memes convence a otro odiador de agarrar un garrote y agredir físicamente a los pobres por el mero hecho de ser pobres? Muchos tendrán que vivir su vida como en SnapChat: con historias que desaparecen después de cierto tiempo para no tener que recordarlas, debatirlas o confrontarlas con los hechos. Habrán prevalecido aquellos que quieren hacer del mundo una cloaca en la que se pueda decir cualquier cosa contra cualquier persona sin responsabilizarse por los propios actos.
El gran reto de nuestra sociedad será recuperar la búsqueda de la verdad como un valor. Solapar la mentira y justificar los odios no es un tema meramente privado. Es una actitud que puede afectar cada esfera de nuestra sociedad. Todos debemos participar. Urge ayudar a las víctimas de la oposición a salir de las cloacas en las que creen ser libres y llevar a todos a un nuevo momento, el de la post-posverdad. Formar ciudadanos que razonen antes de creer cualquier estupidez, que analicen antes de creer cualquier mentira de los medios y que reflexionen antes de lanzar odio y mentiras contra gente que ni los conoce. Si no, puede que en un futuro cercano, los hinchas del equipo perdedor justificarán a su dirigente si pide formalmente la anulación de un partido de fútbol solamente porque perdieron, y eso no será un chiste trillado en redes sociales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario